Un 10 de septiembre como hoy, pero hace 30 años, se fabricó el último Ford Falcon en la planta de General Pacheco, por entonces operada por Autolatina Argentina, la fusión entre Ford y Volkswagen creada en 1987. El Falcon se ensambló en Argentina desde 1962, y un año más tarde comenzó su producción integral en el país, ganando paulatinamente partes de producción nacional conforme el paso del tiempo.

Durante tres décadas el producto del óvalo fue ganando adeptos, incluso superó casi todos los objetivos planteados en un principio. Con el tiempo logró transmitir confianza y establecer nuevas características conforme el paso de los años ¿Cuáles fueron sus principales secretos para lograr trascender el tiempo ? Aquí los detallamos.

1: Gama. Durante la vida comercial del Falcon hubo diversas configuraciones, ya sea carrocería sedán, rural o incluso la pick-up Ranchero. Eso, sumado a disponibilidad de versiones, con más o menos equipamiento, opcionales, motores y transmisiones, hizo que con el paso de los años a la venta, la oferta multiplique sus opciones disponibles, por lo que cada comprador podía optar por una versión acorde a sus necesidades. 

2: Marketing. Es cierto que para vender un auto se necesitan buenos publicistas, y en muchos casos el Falcon ganó por esa característica. Su presentación se realizó en un cine, la firma publicitó sus características por todos los medios posibles, e incluso logró trascender en una novela en la época de sus comienzos: «La familia Falcón» donde era uno de los protagonistas destacados. Posteriormente tuvo infinidad de publicidades televisivas que destacaban cada una de sus virtudes. 

3: Mejoras. Durante 30 años a la venta, el Falcon cambió poco y nada su base, pero alteró significativamente casi todos sus componentes, al menos estéticos, según el paso del tiempo. Empleando la base de que «para vender hay que renovarse», Ford le realizaba mejoras permanentes en su planta de Pacheco, muchos de ellos inspirados en modelos más modernos que llegaban al mercado. Algunos de estos proyectos ni siquiera llegaron a la producción, pero la gran mayoría sí lo hizo, por entonces gracias a que para el Falcon siempre hubo dinero disponible para desarrollar nuevas soluciones. 

4: Robustez. Una de las características del Falcon durante su vida comercial fueron la robustez y durabilidad, vanagloriada por sus clientes. Todo en el Falcon era relativamente simple y eficiente: el motor no causaba inconvenientes, el tren delantero era resistente, la transmisión duradera y los repuestos económicos. Además, cualquier reparación podía efectuarse en cualquier lugar del país, en épocas en las que los «almacenes de ramos generales» de los pueblos debían contar, al menos, con piezas de recambio para un Falcon. 

5: Reventa. A pesar que el Falcon era un auto más costoso que muchos otros, también tenía un costado popular, que se fue acrecentando con el paso de los años. Esto lo convertía por un lado en una herramienta de trabajo, pero también en un vehículo de cierta clase: era el «auto del médico» o de una persona de cierto nivel social. El valor de reventa fue una de las claves para promocionar su aceptación, como así también demostrarle a la competencia todo el poderío de marca. 

6: Integración. Argentina tuvo casi siempre limitaciones impositivas o de importaciones. Una vez que se inició la producción local del Falcon, la marca nacionalizó muchísimos componentes, gracias también a la inversión en herramental e industria que tenía la empresa por entonces. Al fabricar casi todo el auto en el país, en combinación a las firmas asociadas, el Falcon llegó a tener un 98 % de piezas locales, algo que en la actualidad sería imposible de lograr. 

7: Competición. Una vez que las «cupecitas» fueron reemplazadas por los autos compactos en el Turismo Carretera (TC), el Falcon se convirtió durante toda la década del setenta en amo y señor de la categoría más conocida de Argentina. Ford lo aprovechó con su equipo oficial, y con pilotos de la talla de Héctor «Pirín» Gradassi, Nasif Stefano, o Juan María Traverso, todos campeones durante esa década. 

8: Deportividad. Para muchos un sedán de estirpe utilitaria no podía tener también una variante deportiva que se destaque por sus prestaciones. Sin embargo a inicios de la década del setenta Ford implementó a partir de un desarrollo surgido en Australia, un motor de altas prestaciones, conocido como SP. Contaba con una tapa de cilindros modificada, nuevo carburador y leva con diferente cruce, entre otras mejoras, que potenciaron la deportividad del Falcon. Entre todos sus «rivales», incluso la Chevy Serie 2 o el Dodge Polara RT (ambos coupé) disponía de un motor más elástico, entregando mejores cifras de aceleración, a pesar de estar colocado en un simple sedán de cuatro puertas. 

9: Exclusividad. Si bien todos los Falcon pueden parecer iguales ante un ojo no entrenado, lo cierto es que por entonces se podían configurar unidades a pedido del cliente, casi con total libertad, algo que nunca fue habitual en nuestro mercado. En el Falcon no solo podían configurarse terminaciones o colores de tapizados, sino también motores y transmisiones, de acuerdo a la solicitud de cada cliente de querer solicitar un ejemplar con configuración específica. 

10: Popularidad. La fama del Falcon fue tal que se convirtió en un auto popular, ya sea en su uso como taxi, como patrullero, o incluso en una de las facetas más críticas con las que contó a través de su historia: la de ser el vehículo más empleado por las fuerzas militares en épocas de la dictadura. Actualmente, y a pesar de ello, continúa siendo uno de los vehículos más valorados como clásico en nuestro país.  

 

Por René Villegas

Periodista y fanático de los autos y el automovilismo desde que tengo uso de razón. Colaboré en las revistas Auto Plus y Parabrisas, y desde 2019 edito Motorweb Argentina.

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