En 1990 Opel presentó un modelo que dejó casi en ridículo a todos los superdeportivos de la época: se trató del Opel-Lotus Omega, un sedán de grandes proporciones que fue desarrollado por el constructor inglés Lotus, tras haber sido adquirida en 1986 en por General Motors.

Este imponente sedán, que tomaba la base del incluso posteriormente conocido en Argentina como Opel o Chevrolet Omega (los últimos fabricados en Brasil) fue concebido como rival directo del BMW M5. Sin embargo sus prestaciones estaban muy encima de lo que podía ofrecer el sedán de la marca de bavaria, u otros sedanes con impronta deportiva del momento.

Partiendo de la base de su motor de seis cilindros en línea y tres litros, que rendía hasta 204 caballos, la alternativa de Lotus fue la de no solo incrementar el cubicaje del motor a 3.6 litros, sino que también le adosó un doble turbo para inflar las pretensiones de este sedán lujoso. 

Opel-Lotus Omega: el sedán prestacional

Por entonces los ingenieros de Lotus optaron por colocar dos turbos de tamaño pequeño, y que hacían en cierta forma olvidar uno de los problemas habituales de los motores turbo por entonces: el retardo y la patada repentina de poder. Con ellos, la potencia del seis en línea de 24 válvulas se incrementaba hasta los 377 caballos de fuerza.

Se trataba de una potencia que en la actualidad no parece tan imponente, pero hay que recordar que por entonces, una Ferrari F40 (lo máximo aspiracional del momento) rendía 478 caballos de fuerza, aunque con un torque similar, en torno a los 550 Nm. Pero eso no es todo: mientras la F40 lo generaba a altas vueltas, el Opel lo entregaba casi a la mitad del cuentarrevoluciones.

¿Superdeportivo? Así era el imponente Opel-Lotus Omega

A eso hay que agregarle que la potencia del motor biturbo no estaba condicionada por ningún tipo de ayudas electrónicas, lo que hacía que el Opel-Lotus Omega sea a su vez un peligro rodante para conductores no demasiado hábiles. Incluso la firma optó por liberar la velocidad máxima, que en sus rivales quedaba en los 250 km/h. El Lotus en cambio podía acelerar incluso hasta los 283 km/h.

Entre otras mejoras, Opel recurrió a una transmisión manual de seis velocidades del Corvette, mientras que los neumáticos eran otra de las características casi únicas: con 17 pulgadas de diámetro, los empleaba en medida 235/45 en el eje delantero, y 265/40 en las ruedas traseras, muy exóticas por entonces debido a sus proporciones.

Estéticamente se destacaba por un kit de carrocería, compuesto por spoilers frontales, traseros y laterales, que ensanchaban a su vez las trochas. Al mismo tiempo el capot contaba con tomas de aire extra, mientras que en la tapa de baúl se destacaba un alerón de estilo recto, muy común por entonces.

Otro detalle radicaba en la imponente doble salida de escape, que emanaba un sonido particularmente trabajado. En el interior uno de los cambios principales estaba en el tablero, con escala hasta 300 km/h. Sin embargo, el diseño de todo el panel o accesorios se relacionaba más al de una berlina de lujo que al de un superdeportivo.

Hasta 1992 en total produjeron unas 950 unidades del Opel-Lotus Omega o Vauxhall-Lotus Carlton, estos últimos con volante a la derecha y destinados al mercado de Reino Unido, donde en realidad eran manufacturados.

Eso sí, durante si vida comercial tuvo que batallar contra la resistencia de muchas personas que no podían concebir que un auto «familiar» puediera entregar tales prestaciones. Incluso eso llevó a que la firma construya algunas unidades menos de lo previsto, ya que inicialmente el plan era el de fabricar 1000 ejemplares.

 

Por René Villegas

Periodista y fanático de los autos y el automovilismo desde que tengo uso de razón. Colaboré en las revistas Auto Plus y Parabrisas, y desde 2019 edito Motorweb Argentina.

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