En Motorweb somos apasionados por los autos de todas las épocas, y no solo nos dedicamos al periodismo, sino que también hacemos nuestras incursiones en autos usados: más nuevos, más viejos, clásicos o modernos, sin importar mucho su «pedigree»: lo hacemos más bien por diversión. Con el tiempo han pasado varios autos de los cuales daremos nuestras sensaciones, pero en este caso nos centraremos en un Ford Falcon De Lujo de 1971 que tuve durante los últimos meses.

La última adquisición que hice, (previamente hablé en plural porque tanto mi compañero Federico Smith como yo disfrutamos de lo mismo, aunque no compartimos los negocios o, más bien, los gustos). La historia más reciente se la llevó un Falcon de 1971, el cual compre sin siquiera verlo por completo: solo un tercio del auto, tapado por múltiples objetos. Tampoco funcionaba, claro está. 

Luego de una básica puesta a punto (control de chispa, llenado de cuba del carburador, un bidón como tanque de combustible y batería nueva) lo puse en marcha y lo traje andando hasta la que sería su nueva casa. Limpieza mediante, solo tenía como objetivo armarle todo aquello que el dueño anterior había desarmado. Poco a poco, con ayuda o sin ella, lo fui volviendo a su estado natural, para disfrutarlo, o más bien venderlo: porque cuando ya no queda nada por hacer, la realidad se vuelve aburrida.

Pero a lo que vamos en esta nota es más que nada a describir la sensación de manejo de este Falcon, simple y con motor de 188 pulgadas cúbicas (3.0 litros), caja de tres velocidades al volante, con asiento enterizo. Claro que combinado con un interior bordó, que aún conservaba el tapizado original con la tela «flor de lis». No se trataba de un auto digno de AutoClásica, pero lucía bien, estaba completo y funcionaba perfectamente.

Ford Falcon 1971 ¿Qué se siente al volante?

Aquí entra a jugar una de los mayores puntos de consideración: la posición de manejo es aberrantemente peligrosa, con el volante cercano, frente al pecho, y el fino aro cercano al asiento. Esto hace que mientras más alto sea el conductor, más difícil se vuelva acomodar las piernas, principalmente durante el acceso. Además que al doblar a más de 30 km/h hacia la izquierda la acción de agarrarse del volante resulta inevitable por la sensación (o realidad) de irse de viaje hacia el lado derecho del asiento.

Otro punto a considerar es que el Falcon contaba con cuatro campanas de freno, con circuito simple y sin servo, o «frenos de potencia» como se promocionaba en la época. La sensación de frenado, una vez que cambié los cuatro cilindros de rueda y arrimé las campanas, no era mala, pero el solo hecho de saber que cualquier elemento fatigado puede llegar a dejar sin presión de freno a todo el circuito, es otro punto de los cuales uno se empieza a preguntar que tan seguro es llegar a cada esquina.

Nosotros que por nuestra actividad pregonamos la compra de autos con la mira puesta en la seguridad, en este caso nos tomamos unas vacaciones. Los cinturones fijos, literalmente de cintura, poco podrían hacer ante un accidente.

Mecánica: sencilla y fiable

El motor 188 con una relación de caja corta (con los tres cambios sincronizados) hace que el conducirlo se convierta en una sensación agradable. El motor entrega fuerza desde bajas vueltas, considerable a pesar del carburador de una sola boca, y hace que en el tránsito no sea para nada lento. En segunda se puede circular tranquilamente por cualquier artería, e incluso permitía doblar en tercera una esquina, y salir decorosamente acelerando.

El selector, con la primera hacia dentro y abajo, era uno de los puntos flacos del Falcon, que en este caso me juraron que había sido restaurado. Era cierto porque no tenía nada de juego, pero durante el tiempo que lo tuve fue lo único que me dejó «a pata», o casi. Uno de los bujes de su varillaje se salió, y dejó solo operativa primera marcha, y el retroceso. Eso lo reparé ahí mismo, con un alambre (inevitable de llevar ese elemento noble en el baúl de un auto viejo) provisoriamente, claro está.

Si bien me gusta la mecánica no suelo hacer trabajos de relativa dificultad en mis autos, pero sinceramente en un Falcon pocas cosas son difíciles. Quitar el motor de arranque, el carburador, la tapa de válvulas para cambiar la junta e incluso regular una válvula con excesivo juego, limpiar el radiador y el circuito de refrigeración, junto con el cambio de termostato y otras soluciones de menor importancia ni siquiera necesitan un periodo de aprendizaje: todo es sencillo, y se puede hacer en con unas pocas herramientas. 

 

En el andar el Falcon era una seda: el tren delantero no emitía quejido alguno, como nada relacionado a sus suspensiones. Incluso superó la VTV sin problemas tiempo antes de tener que despedirme de él, tras unos meses de entretenimiento.

Personalmente creo que la mejor forma de disfrutar un auto viejo es realizando algo así: hacer un poco de su control mecánico, resolver problemas y hacerlo funcionar de la mejor manera sin sacarlo de la originalidad. Durante las próximas semanas vendrán más de estas sensaciones, que son mucho más que una prueba de un auto clásico.

 

Por René Villegas

Periodista y fanático de los autos y el automovilismo desde que tengo uso de razón. Colaboré en las revistas Auto Plus y Parabrisas, y desde 2019 edito Motorweb Argentina.

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